jueves, 12 de enero de 2012

conversaciones con Dios.


Nunca hay que juzgar un libro por su portada, ni por su nombre, su contenido puede ser exquisito.

Vi la película y me llamo mucho la atención, honestamente yo no profeso ninguna religión, al contrarió me he decepcionado mucho de varias, sin embargo admiro mucho a la gente que con devoción siguen una ideología religiosa, la fe es lo más bello que hay en el mundo.

Ayer pasé a una librería y me di la oportunidad de dejarme llevar por la curiosidad.....

Anoche empece a leerlo y desde sus primeras páginas nos obsequia con amor mensajes totalmente bellos, llenos de amor compasión y paz.

El libro está escrito precisamente como una conversación de el autor del libro con Dios, si, se que estás pensando, yo también lo pensé, pero una vez que empiezas a leer y supongo que al termino de el, comprendes que no hay mejor manera que dejar que Dios te hable por medio de una conversación interna, la cuál todos hemos tenido, pero no queremos creer que estamos hablando con el mismísimo jefe de jefes. jajaja.


Te invito a abrir tu mente y ver que pasa.

Las letras derechas son las palabras del autor.
Las letras cursivas son las palabras de Dios.


....................


No tendréis lo que pedís, ni podéis tener nada de lo que queráis. Y ello porque vuestra propia petición es una afirmación de vuestra carencia, y el decir que queréis una cosa únicamente sirve para producir esa experiencia concreta - la carencia- en vuestra realidad.


Por lo tanto, la oración correcta no es nunca de súplica, sino de gratitud.


Cuando dais gracias a Dios por adelantado por aquello que habéis decidido experimentar en vuestra realidad, estáis efectivamente reconociendo que eso está ahí... en efecto. La gratitud es, pues, la más poderosa afirmación dirigida a Dios; una afirmación a la que Yo habré contestado incluso antes de que me la formuléis.
Así pues, no supliquéis nunca. Antes bien, agradeced.


Pero ¿Qué ocurre si yo agradezco algo a Dios por adelantado, y luego eso no aparece nunca? Eso podría llevar al desencanto y la amargura.


La gratitud no puede utilizarse como una herramienta con la que manipular a Dios; un mecanismo con el que engañar al universo. No podéis mentiros a vosotros mismos. Vuestra mente sabe la verdad de vuestros pensamientos, Si decís -Gracias, Dios mío, por esto y lo otro-, y al mismo tiempo está claro que eso no está en vuestra realidad presente, estáis suponiendo que Dios es menos claro que vosotros, y, por lo tanto, produciendo esa realidad en vosotros.


Dios sabe lo que vosotros sabéis, y lo que vosotros sabéis es lo que aparece en vuestra realidad.


Pero entonces ¿Cómo puedo estar realmente agradecido por algo, si sé que eso no está presente?


Fe. Si tienes aunque sólo sea la fe equivalente a un grano de mostaza, moverás montañas. Sabrás que eso está presente porque Yo digo que está presente; porque Yo digo que, incluso antes de que me preguntes, habré respondido; porque Yo digo, y os lo he dicho de todas las maneras concebibles, a través de cualquier maestro que me puedas mencionar, que, sea lo que sea lo que queráis, si lo queréis en Mi Nombre, así será.


Sin embargo, hay tanta gente que dice que sus oraciones han quedado sin respuesta......


Ninguna oración - y una oración no es más que una ferviente afirmación de lo que ya es- queda sin respuesta. Cualquier oración - cualquier pensamiento, cualquier afirmación, cualquier sentimiento- es creador. En la medida en que sea fervientemente sostenido como una verdad, en esa misma medida, se hará manifiesto en vuestra experiencia. 
Cuando se dice que una oración no ha sido respondida, lo que realmente ocurre es que el pensamiento, palabra o sentimiento sostenido de modo más ferviente ha llegado a ser operativo. Pero lo que has de saber -y ese es el secreto- es que detrás del pensamiento se halla siempre otro pensamiento -el que podríamos llamar Pensamiento Promotor-, que es el que controla el pensamiento.


Por lo tanto, si rogáis y suplicáis, parece que existe una posibilidad mucho menor de que experimentéis lo que pensáis que habéis decidido, puesto que el Pensamiento Promotor que se halla detrás de cada súplica es el de que en ese momento no tenéis lo que deseáis. Ese pensamiento Promotor se convierte en vuestra realidad.


El único Pensamiento Promotor que puede ignorar este pensamiento es uno fundado en la fe en que Dios concederá cualquier cosa que se le pida, sin falta. Algunas personas poseen este tipo de fe, pero muy pocas. 


El proceso de la oración resulta mucho más fácil cuando, en lugar de creer que Dios siempre dirá -Sí- a cada petición, se comprende intuitivamente que la propia petición no es necesaria. Entonces la oración se convierte en una plegaria de acción de gracias. No es en absoluto una petición, sino una afirmación de gratitud por lo que ya es.


Cuando dices que una oración es una afirmación de lo que ya es, ¿Estás diciendo que Dios no hace nada, que todo lo que ocurre después de una oración es un resultado de la acción de rezar?


Sí crees que Dios es un ser omnipotente que escucha todas las oraciones, y responde -Sí- a unas, -No- a otras, y -ya veremos- al resto, estas equivocado ¿Por qué regla de tres decidiría Dios?


Si crees que Dios es quien crea y decide todo lo que afecta a vuestra vida, estás equivocado.


Dios es el observador, no el creador. Y Dios está dispuesto a ayudaros a vivir vuestra vida, pero no de la manera que supondríais.


La función de Dios no es crear, o dejar de crear, las circunstancias o condiciones de vuestra vida. Dios os ha creado a vosotros, a imagen y semejanza suya. Vosotros habéis creado el resto, por medio del poder que Dios os ha dado. Dios creó el proceso de la vida, y la propia vida tal como la conocéis. Pero Dios os dio el libre albedrío para hacer con la vida lo que queráis.


En este sentido, vuestra voluntad respecto a vosotros es la voluntad de Dios respecto a vosotros.


Estáis viviendo vuestra vida del modo como la estáis viviendo, y Yo no tengo ninguna preferencia al respecto.


Esta es la grandiosa ilusión de la que participáis. Que Dios se preocupa de un modo u otro por lo que hacéis.


Yo no me preocupo por lo que hacéis, y eso os resulta difícil de aceptar. pero ¿Os preocupáis vosotros por lo que hacen vuestros hijos cuando les dejáis salir a jugar? ¿Es importante para vosotros si juegan al corre que te pillo, al escondite o a disimular? No, no lo es, porque sabéis que están perfectamente seguros, ya que les habéis dejado en un entorno que consideráis favorable y adecuado.


Por supuesto, siempre confiaréis en que no se lastimen. Y si lo hacen, haréis bien en ayudarles, curarles, y permitirles que se sientan de nuevo seguros, que sean felices de nuevo, que vuelvan a jugar otro día. Pero tampoco ese otro día os preocupará si deciden jugar al escondite o a disimular.


Por supuesto, les diréis qué juegos son peligrosos. Pero no podréis evitar que vuestros hijos hagan cosas peligrosas. Al menos, no siempre; no para siempre; no en todo momento desde ahora hasta su muerte. Los padres juiciosos lo saben. pero los padres nunca dejan de preocuparse por el resultado. Esta dicotomía -no preocuparse excesivamente por el proceso, pero sí por el resultado- describe con bastante aproximación la dicotomía de Dios.


Pero Dios, en un sentido, no siempre se preocupa por el resultado. No por el resultado final. Y ello porque el resultado final esta asegurado.


Y esta es la segunda gran ilusión del hombre:  que el resultado de la vida es dudoso.


Es esta duda acerca del resultado final la que ha creado a vuestro mayor enemigo: el temor. Si dudáis del resultado, entonces dudaréis de Creador: dudaréis de Dios. y si dudáis de Dios, entonces viviréis toda vuestra vida en el temor y la culpa.


Si dudáis de las intenciones de Dios - y de su capacidad de producir este resultado final-, entonces ¿Cómo podréis descansar nunca? ¿Cómo podréis nunca hallar realmente la paz?.


Sin embargo, Dios posee pleno poder para encajar las intenciones con los resultados. No podéis ni queréis creer en ello ( aunque afirméis que Dios es todopoderoso), y, en consecuencia, habéis de crear en vuestra imaginación un poder igual a Dios, con el fin de encontrar una manera de que la voluntad de Dios se vea frustrada. Así, habéis creado en vuestra mitología el ser al que llamáis - el diablo-. Incluso habéis imaginado a Dios en guerra con ese ser (pensando que Dios resuelve sus problemas del mismo modo que vosotros). Por fin, habéis imaginado realmente que Dios podría perder esa guerra.


Todo esto viola lo que decís que sabéis acerca de Dios, pero eso no importa. Vivís vuestra ilusión, y, de este modo, sentís vuestro temor, debido a vuestra decisión de dudar de Dios.


Pero ¿Qué ocurriría si tomaras  una nueva decisión? ¿Cuál sería entonces el resultado?


Deja que te diga algo: deberías vivir como Buda. Como Jesús. Como lo hicieron todos los santos que siempre habéis idolatrado.


Sin embargo, como ocurrió con la mayoría de los santos, la gente no te entendería. Y cuando trataras de explicar tu sensación de paz, tu alegría de vivir, tu éxtasis interior, ellos oirían tus palabras, pero no te escucharían. Tratarían de repetir tus palabras, pero las acrecentarían.


Se asombrarían de que tuvieras lo que ellos no pueden encontrar. Y entonces se volverían envidiosos. Pronto la envidia se convertiría en rabia, y en su furor tratarían de convencerte de que eras tú quien no entendía a Dios.


Y si fracasaran a la hora de arrancarte tu alegría, tratarían de hacerte daño; tan enorme sería su rabia. Y cuando tú les dijeras que eso no te importaba, que ni siquiera la muerte podría privarte de tu alegría, ni cambiaría tu verdad, seguramente te matarían. Entonces, cuando vieran con qué paz aceptabas la muerte, te llamarían santo, y te amarían de nuevo. 


Y ello porque está en la naturaleza de las personas amar, luego destruir, y luego amar de nuevo aquello que más aprecian. 


Pero ¿Por qué? ¿Por qué lo hacemos?


Todos los actos humanos están motivados, a su nivel más profundo, por una de estas dos emociones: el temor o el amor. En realidad existen sólo dos emociones; sólo dos palabras en el lenguaje del alma. Son los extremos opuestos de la gran polaridad que Yo creé cuando produje el universo, y vuestro mundo, tal como hoy lo conocéis.


Estos son los dos aspectos -Alfa y Omega- que permiten la existencia del sistema que llamáis -relatividad- Sin estos dos aspectos, sin estas dos ideas sobre las cosas, no podría existir ninguna otra idea.


Todo pensamiento humano, toda acción humana, se basa o bien en el amor, o bien en el temor. No existe ninguna otra motivación humana, y todas las demás ideas no son sino derivados de estas dos. Son simplemente versiones distintas: diferentes variaciones del mismo tema.


Piensa en ello detenidamente, y verás que es verdad. Eso es lo que he llamado Pensamiento Promotor. Es tanto un pensamiento de amor como de temor. Este es el pensamiento que se oculta detrás del pensamiento que, a su vez, se oculta detrás del pensamiento. Es el primer pensamiento. Es la fuerza principal. Es la energía primaria que mueve el motor de la experiencia humana.


Y he ahí cómo el comportamiento humano produce una experiencia repetida tras otra; he ahí por qué los humanos aman, luego destruyen, y luego aman de nuevo; siempre con este movimiento pendular de una emoción a la otra. El amor promueve el temor, que promueve el amor, que promueve el temor....


....Y la razón se halla en la primera mentira -una mentira que sostenéis como si fuera la verdad sobre Dios -de que no se puede confiar en Dios; de que no se puede contar con el amor de Dios; de que el hecho de que Dios os acepte está condicionado; por tanto, de que el resultado final es dudoso. Entonces, si no podéis contar con que el amor de Dios está siempre ahí, ¿Con el amor de quién podéis contar? si Dios se retira y se aparta cuando vosotros no actuáis correctamente, ¿No lo harán los simples mortales?


.....Y así es como en el momento en que prometéis vuestro más elevado amor, abrís la puesta a vuestro mayor temor.


Y ello, porque lo primero que os preocupa después de decir -Te amo- es si vais a escuchar lo mismo. y si lo escucháis, entonces empezáis inmediatamente a preocuparos por la posibilidad de perder ese amor que acabáis de encontrar. Así toda acción se convierte en reacción -de defensa ante a la pérdida-, incluso cuando tratáis de defenderos ante la pérdida de Dios.


Pero si supieras Quiénes sois -que sois el ser más magnifico, notable y espléndido que Dios ha creado nunca- no habríais de sentir temor nunca; ya que ¿Quién  puede negar esa maravillosa magnificencia? Ni siquiera Dios podría criticar a un ser así.


Pero no sabéis Quiénes sois, y pensáis que sois mucho menos. ¿De dónde habéis sacado la idea de que sois cualquier cosa menos magníficos?


De las únicas personas cuya palabra aceptaríais plenamente. De vuestra madre y vuestro padre.


Estas son las personas que más os aman. ¿Por qué habría de mentiros? Sin embargo ¿No os han dicho que sois demasiado tal cosa, y no suficientemente tal otra? ¿No os han recordado que tenéis que pasar desapercibidos? ¿No os han regañado en algunos de vuestros momentos de mayor euforia? ¿Y no os han animado a desechar algunas de vuestras ideas más descabelladas?


Estos son los mensajes que habéis recibido, y, aunque no satisfacen los criterios, y, por tanto, no son mensajes de Dios, también podían haberlo sido, puesto que proceden, sin duda alguna, de los dioses de vuestro universo.


Fueron vuestros padres quienes os enseñaron que el amor está condicionado -habéis sentido esas condiciones muchas veces-, y esa es la experiencia que habéis interiorizado en vuestras relaciones amorosas.


Es también la experiencia que me aplicáis a Mí.


Y a partir de esta experiencia extraéis vuestras conclusiones sobre Mí.


En este marco proclamáis vuestra verdad. -Dios es un Dios amoroso- decís-, pero si quebrantas sus mandamientos, Él te castigará con el destierro perpetuo y la condenación eterna.


¿Acaso no habéis experimentado el destierro de vuestros propios padres? ¿No conocéis el dolor de su condenación? ¿Cómo, entonces, podríais imaginar que iba a ser distinto conmigo?


Habéis olvidado qué era ser amado sin condiciones. No recordáis la experiencia del amor de Dios. Y así, tratáis de imaginar cómo debe de ser el amor de Dios basándoos en cómo veis que es el amor en el mundo.


Habéis proyectado en Dios el papel de -padre- y, en consecuencia, habéis salido con un Dios que juzga, y premia o castiga, en base a lo buenos que crea que habéis sido hasta ese momento. Pero esta es una visión simplista de Dios, basada en vuestra mitología. No tiene nada que ver con Quién soy Yo.


Así pues, habiendo creado todo un sistema de pensamiento acerca de Dios basado en la experiencia humana más que en las verdades espirituales , después creasteis toda una realidad en torno al amor. Se trata de una realidad basada en el temor, arraigada en la idea de un Dios terrible y vengativo. Ese Pensamiento Promotor es erróneo, pero rechazarlo supondría desbaratar toda vuestra teología. Y aunque la nueva teología que podría reemplazarla sería realmente vuestra salvación, no podéis aceptarla, puesto que la idea de un Dios al que no haya que temer, que no va a juzgar, y que no tiene ningún motivo para castigar, resulta sencillamente demasiado magnífica para incluirla ni siquiera en vuestro más grandiosa noción de Quién y Qué es Dios.


Esta realidad del amor basada en el temor domina vuestra experiencia de aquél; más aún, en realidad la crea, ya que no sólo hace que consideréis que recibís un amor condicionado, sino también que penséis que lo dais del mismo modo. E incluso mientras negociáis y establecéis vuestras condiciones, una parte de vosotros sabe que eso no es realmente el amor.


Aun así, parecéis incapaces de cambiar la manera de dispensarlo. Os decís a vosotros mismos que habéis aprendido la manera difícil, y ¡que os condenéis si os hacéis de nuevo vulnerables! Pero lo cierto es que deberíais decir: ¡que os condenéis si no lo hacéis!.)
(Debido a vuestros propios (y equivocado) pensamientos sobre el amor sí que os condenáis realmente a no experimentarlo nunca en toda su pureza. Del mismo modo, os condenáis a no conocerme nunca como realmente soy. Al menos mientras obréis así, ya que no podéis rechazarme para siempre, y llegará el momento de nuestra Reconciliación.)


Cualquier acción emprendida por los seres humanos se basa en el amor o en el temor, y no simplemente las que afectan a las relaciones. Las decisiones relativas a los negocios, la industria, la política, la religión, la educación de vuestros jóvenes, la política social de vuestras naciones, los objetivos económicos de vuestra sociedad, las decisiones que implican guerra, paz, ataque, defensa, agresión, sometimiento; las determinaciones de codiciar o regalar, de ahorrar o compartir, de unir o dividir: cualquier decisión libre que toméis se deriva de uno de los dos únicos pensamientos posibles que existen: un pensamiento de amor o un pensamiento de temor.


El temor es la energía que contrae, cierra, capta, huye, oculta, acumula y daña.


El amor es la energía que expande, abre, emite, permanece, revela, comparte y sana.


El temor cubre nuestros cuerpos de ropa; el amor nos permite permanecer desnudos. El temor se aferra a todo lo que tenemos; el amor regala. El temor prohíbe, el amor quiere. El temor agarra, el amor deja ir, El temor duele; el amor alivia. El temor ataca; el amor repara.


Cualquier pensamiento, palabra o acto humano se basa en una emoción o la otra. No tenéis más elección al respecto, puesto que no existe nada más entre lo que elegir. pero tenéis libre albedrío respecto a cuál de las dos escoger.


Haces que parezca muy fácil, y, sin embargo, en el momento de la decisión el temor vence mucho más a menudo ¿Por qué?


Habéis aprendido a vivir en el temor. Se os ha hablado de la supervivencia de los más capacitados, y de la victoria de los más fuertes y el éxito de los más inteligentes. Pero se os ha dicho muy poco sobre la gloria de quienes más aman. De este modo, os esforzáis por ser los más capacitados, los más fuertes, los más inteligentes -de una u otra manera-, y si en una situación determinada percibís que vosotros los sois menos, tenéis miedo a perder, puesto que se os ha dicho que ser menos significa perder.


Así, evidentemente, elegís la acción promovida por el temor, porque eso es lo que os han enseñado. Pero Yo os enseño esto: cuando escojáis la acción promovida por el amor, entonces haréis algo más que sobrevivir, haréis algo más que vencer, haréis algo más que tener éxito. Entonces experimentaréis plenamente la gloria de Quienes Realmente Sois, y quienes podéis ser.


Para hacer esto, debéis dejar de lado las enseñanzas de vuestros bienintencionados, aunque mal informados, profesores mundanos, y escuchar las enseñanzas de aquellos cuya sabiduría proviene de otra fuente.


Hay muchos de estos profesores entre vosotros, como siempre los ha habido, ya que nunca he querido privaros de aquellos que os mostraran, os enseñaran, os guiaran y os recordaran esas verdades. No obstante, el mayor recordatorio no se halla fuera de vosotros, sino que es vuestra propia voz interior. Esta es la primera herramienta que utilizo, puesto que es la más accesible.




Autor: Neale Donald Walsch.


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